Juan ya tiene planeadas las vacaciones de verano. Sin embargo, su madre ignora sus planes y lo deja en casa del tío Tito, un bibliofilo empedernido que hace ruido cuando come y que le teme a los osos de peluche. Ahí escondido entre los miles de ejemplares de la biblioteca de su tío, Juan tendrá que encontrar El libro salvaje, un libro rebelde que se resiste a la lectura y que guarda entre sus páginas un secreto destinado al lector que sea capaz de atraparlo.
Los padres de Juan están divorciándose, así que su madre decide darse un tiempo para afrontar la situación y envía a su hermanita a pasar las vacaciones con su mejor amiga, mientras que él va a parar a casa de su tío Tito, que es bien conocido por no ser una persona especialmente sociable y ser un ratón de biblioteca. Sin embargo, a su llegada, su tío le confiesa un secreto: deseaba que Juan llegara a su casa para que lo ayudara a buscar El Libro Salvaje, un libro muy difícil de conseguir que sólo se mostrará al que sea digno de él.

Hay libros que con el paso del tiempo van adquiriendo cierta fama y uno agrega a la lista de deseos con la esperanza de unirse al furor de la mayoría. Ese fue mi caso con El Libro Salvaje de Juan Villoro, que quise leer después de ver tantas críticas positivas y de enterarme que estaba escrito por un autor mexicano. Sin embargo, las expectativas a veces son malas, puesto que, el libro me ha gustado, pero no ha sido lo que esperaba. Principalmente, porque sentía que era un libro dirigido a un público muy específico: los lectores.

Y si bien las frases y las situaciones te invitan a probar este maravilloso mundo, están destinadas a hacerte sentir especial, lo que a mi parecer fomenta esa idea de que ser lector es algo único e inigualable, una idea que últimamente se ha ido acrecentando y con la cual no estoy de acuerdo. Esto lo digo porque la gente no es menos persona por el hecho de no leer. Entre otras cosas, llega un momento en que nuestros protagonistas están tan enfocados en la búsqueda del libro que la historia se torna algo lenta y repetitiva.

Pasando a los aspectos positivos, diré que la novela contiene bonitos mensajes. Por ejemplo: la manera en que Juan afronta el divorcio de sus padres y la decisión de su tío de salir al mundo y buscar otras formas de pasar el tiempo, sin perder su pasión por la lectura. El final yo lo adiviné, pero cierto es que la forma en que está narrada la historia hace que todo cuadre al voltear la última página y más de uno, se sorprenderá al hallar el contenido del libro salvaje.

«En efecto, querido sobrino, el presente tiene sabores extraños: no puedes analizar lo que no ha dejado de suceder. Sólo el pasado y el futuro tienen sabores definidos».

Juan Villoro es un miembro activo en la vida periodística mexicana, escribe sobre diversos temas, como deportes, rock y cine, además de literatura, y ha colaborado en numerosos medios como Vuelta, Nexos, Proceso, Cambio, Unomásuno, Reforma (periódico) y La Jornada. Ha sido profesor de literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor invitado en las universidades de Yale, de Boston, Pompeu Fabra y de Princeton. En 1991 publicó su primera novela El disparo de argón. Sin embargo, su mayor éxito de público era como escritor para niños, hasta que en 2004 apareció El testigo, con la cual obtuvo el Premio Herralde, otorgado por la Editorial Anagrama. Villoro ha incursionado en el teatro y en el cine como guionista. Se ha desempeñado como traductor y algunas de sus obras han sido traducidas a otros idiomas.