La bella y miope Catherine Marks es una institutriz que en nada se parece a las típicas solteronas de su profesión. Es una mujer independiente y decidida, y jamás se muestra complaciente con su patrón, Leo Hathaway, con quien de hecho se enfrenta cada vez que puede. Además, guarda celosamente un secreto de su pasado que le hace temer por su destino. De pronto, Leo descubre que tiene un problema: si quiere conservar la amada propiedad familiar, deberá casarse y tener un heredero en el término de un año. En la primera mujer en la que piensa es, justamente, la que lo está volviendo loco…
Desde que Catherine y Leo se conocieron no han dejado de demostrarse su mutua antipatía, puesto que, su distinta forma de ser y de pensar los hace enfrentarse constantemente. Además, Leo no es el mismo desde la muerte de Laura, su prometida, que falleció de fiebre escarlatina muchos años atrás, así que se encuentra poco dispuesto a entablar una relación formal.  Por su parte, Catherine habla poco de su pasado y teme sus consecuencias si se descubre la verdad. Sin embargo, las prioridades cambian y sus mundos se tambalean al descubrirse que, si quiere conservar la propiedad familiar, Leo tiene que casarse y tener un heredero en el periodo de un año, mientras que Catherine deberá enfrentar los fantasmas de su pasado y plantarle cara a un futuro que nunca se imaginó.

Cuando decidí leer esta serie el libro que más me llamó la atención fue el que tenía como protagonista al único miembro masculino de la familia Hathaway. Claro, en aquel entonces, no conocía a Leo y no lo había visto atravesar ese camino de autodestrucción que llevó después de la muerte de Laura. Tampoco lo había visto salir de ese agujero en el que se hallaba e irse con Win a sanar en Francia, regresar al cabo de dos años y convertirse, otra vez, en el hombre que solía ser; volviéndose, para mí, en el personaje mejor desarrollado de la serie. Asimismo, Leo es una contradicción en sí misma, ya que carga con mucho dolor y mucha pena, pero nunca pierde su sarcasmo y su sentido del humor, que es, en primera instancia, lo que pone a Catherine en aprietos. A su vez, Leo no está acostumbrado a encontrarse con tanta antipatía y la de Catherine le resulta frustrante y atractiva, así que siempre se encuentra molestándola y esperando una respuesta de su parte. Convirtiendo esta cuarta entrega en mi favorita de la saga.

No les miento al decir que he disfrutado muchísimo ver cómo se va desarrollando su relación, que íbamos intuyendo desde Seducción al Amanecer y se vuelve una posibilidad al final de Tentación al Anochecer. También, las intervenciones de ambos son muy hilarantes y cuando están juntos se nota la atracción y la preocupación que surge entre ellos, haciendo que me emocione y me enamore completamente de esta historia. Volvemos a tener una segunda línea argumental que aquí se centra en el pasado de Catherine y en la necesidad de Leo de engendrar un heredero, que se acaban al cruzarse ambos destinos y buscar una solución. Si bien, como todos los libros, tiene sus fallos. Principalmente, cierta actitud de Catherine que termina por alargar el drama. Por lo demás, no tengo ninguna queja y me encuentro muy satisfecha de haberlo leído. El epilogo me gustó bastante y deja con muchas ganas de conocer más del futuro de nuestros protagonistas.

«Debes saber que siempre te he deseado, Cat. He tenido fantasías tan retorcidas que, si te las contara, nos mandarían a los dos directamente al infierno. Y el que yo te desee no tiene nada que ver con el color de tu pelo ni con la ropa atroz que te pones. Catherine Marks, o comoquiera que te llames… No te imaginas las ganas que tengo de estar en la cama contigo durante días, qué digo, ¡semanas!, cometiendo cada uno de los pecados mortales conocidos por el hombre. Me gustaría hacer mucho más que retratarte desnuda. Me gustaría dibujar encima de ti con pluma y tinta… Pintarte flores alrededor de los pechos y estrellas en tus muslos. Me gustaría cartografiar tu cuerpo; el norte, el sur, el este y el oeste. Me gustaría…»