Tres generaciones de la familia de Aristides Leónides, multimillonario griego, conviven en Inglaterra, en una curiosa mansión de estructura inclinada que el magnate hizo construir para este fin. Una multitud de personajes se entremezcla en los pasillos y las estancias de la casa, incluidas la joven y hermosa Brenda, segunda esposa del anciano patriarca, y Sophia, su más avispada nieta, cuyo futuro suegro es comisario de policía. La paz hogareña se trunca cuando Arístides es envenenado, ya que se sospecha que el culpable ha de ser alguien de la familia.

Sophia exigirá entonces a Charles, su prometido, que haga lo posible por esclarecer el asesinato, ya que no podrá casarse con él hasta que el asunto haya sido resuelto. El caso, que contará con el apoyo del padre de Charles y del inspector jefe Taverner de Scotland Yard, se complicará con más muertes y con el hecho de que nadie tiene una firme coartada.
Han pasado dos años desde que Charles se fue a Oriente por motivos de trabajo. Ahora regresa a Londres para formalizar su relación y buscar a Sophia, su prometida. Sin embargo, lo que prometía ser un acontecimiento feliz, se ve teñido de intriga y sospecha, al descubrirse que el  patriarca de la familia, Arístides Leónides, ha sido asesinado por una sobredosis de eserina, que sólo pudo ser suministrada por alguno de los miembros de la familia, conocedores de sus rutinas y sus hábitos.

Dicha situación pondrá a la pareja en aprietos, pues Sophia se niega a casarse hasta esclarecer el misterio y le pide a Charles que se una al equipo de investigación y ayude a su padre, un comisario de Scotland Yard, a descubrir al culpable. Por tal motivo, Charles decide visitar a la familia, mientras reporta sus observaciones y hallazgos a la policía.
Una de mis metas de este año es leer una novela de Agatha Christie por mes. Por ello, cuando descubrí que el año pasado salió una adaptación de esta novela, no dude en elegirla como mi dosis de misterio mensual. Primero que nada, esta obra es considerada por la propia autora como uno de sus mejores trabajos. No cuenta con un detective al uso y utiliza a uno de sus personajes para plantear los cimientos del problema. En este caso, Charles se ve entre la espada y la pared al jugar a dos bandos: conocer a su futura familia política e informar de sus respectivas actividades a la policía.

Gracias a él conocemos a la familia Leónides y nos adentramos en una casa llena de misterios. A través de sus impresiones, vamos descubriendo que este caso no es lo que parece. Todos tienen motivos para haber cometido el crimen y resulta desconcertante conocer a los sospechosos. Gente común y corriente que un día se pudo levantar y asesinar a una persona. Me ha gustado la manera en que la autora juega con esto. Nos cuenta lo suficiente para hacernos una idea del carácter del personaje, pero todos son tan complejos y tienen tantos matices que es difícil dilucidar al culpable.
Ya hablando del asesino, debo admitir que esta vez sí sospeché de él, pero era tan descabellado y poco probable que terminé por descartarlo. Lo irónico es que la autora nos da muchísimas pistas. Comentarios aquí y allá que debieron ponernos sobre la pista, pero sólo hace más impactante el desenlace. Asimismo, el último giro, el que se da en las últimas páginas, me dejó anonadada. De todas las maneras en que espere que terminara la novela, jamás vi venir esa.

Como siempre, Agatha Christie demuestra su capacidad para crear historias con finales bien hilados e increíbles. Personajes imperfectos, llenos de secretos e intereses personales. Y una casa que oculta mucho más que ostentación y riqueza. Es una pena que no sea una obra más conocida, pero le doy mi sello de aprobado y les aseguro que no se van a arrepentir.

«Esto es como una pesadilla. Nos movemos entre personas que conocemos, miramos sus caras y, de pronto, las caras se transforman y lo que uno mira no es a una persona conocida, sino a alguien extraño. Una persona ajena y cruel».